27.1.11

No es lo mismo decir “te quiero” que “yo también”.

Era una mañana cualquiera.

El despertador acababa de sonar. Yo me revolvía a las siete de la mañana entre las sábanas de nuestra cama. El tercero en discordia de la familia me mordió el pie, y me sacó de mi somnolencia de un salto. Le miré con espíritu asesino, pero sus grandes ojos azul mar solo me sacaron un achuchón mañanero.

Entré en la cocina y allí estaba él, despaldas, pelando unas manzanas mientras dos tostadas se hacían para completar el desayuno. Pasmado al lado, mi despertador peludo, dandole conversación.

Me acerqué a él, y le abracé por detrás. Mientras él se giraba para darme unos buenos días en condiciones, yo le eché la mano a su manzana pelada, como siempre, iba con prisas. Él me beso, y sus grandes ojos marrones me dijeron: “buenos días”. “Te quiero”, articularon mis labios, y me dirigí hacía la puerta. Cuando estaba en la frontera con el hall, me giré, me sonrió y dijo: “yo también ladrona”. Le guiñé un ojo y huí al trabajo.

Los buenos amigos...

Cuando volví él había desaparecido. Él, su ropa, su música, sus libros... Solo quedaba el olor de su colonia. Esa que había perfumado nuestro último beso. Uno rápido, de los normales, como si fuéramos a hacerlo el resto de nuestra vida.

23.1.11

¿Quién es?

¿Su nombre? Marina. ¿Para qué quieres saber más de ella? El nombre lo dice todo: “Mujer del mar”.
Allí abajo, en el mar, no hay guerras, no hay envidias, no hay dolor... Sólo paz... Sólo paz y felicidad. Lo que ella te da, y yo espero darla siempre.

Píncha, soy el fotógrafo.

21.1.11

¿Cómo acabará este viaje?

Érase una vez… fueron felices y comieron perdices…

La vida no es cómo la hemos creído por los cuentos de hadas; la vida es más difícil. La realidad es bastante más interesante y sorprendente que todo eso.

Y así con lo sorpresivo de la vida, el azar quiso que nos tocara en el mismo vagón. Por esa época ya cantaba Sabina, “y como además sale gratis soñar, y no creo en la reencarnación, con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida a vivir otras vidas, a probarme otros nombres, a colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré”. Cada día disfrutamos de peregrinas, de catalanas, de reinas de la noche, de madrileñas fotógrafas… Pero al fin y al cabo, inagotables, siempre nosotras. Porque yo no te cambio por nada, ni por la puntualidad personificada, ni por una sensata, ni por una ordenada.

Te quiero así, con todos los buenos y malos recuerdos de nuestra vida en común.

Iniciamos ya hace, un viaje y nos echamos a perder en trenes y sueños que nos llevan a ninguna parte. Y mientras tanto yo te hablo de mi vida desencajada y tú, con muecas y carcajadas intentas quitarle importancia, desquitándonos de tanta tontería. Días que nos dejan del revés y nos empapan de recuerdos suavemente mezclados con ganas de seguir.


Porque... esta no es nuestra parada, ¿verdad?

17.1.11

Al mal tiempo, buena cara.


Pi, pi. La tostadora te avisa de que tus tostadas ya están. Las pones en el plato. Las has cogido con la punta de los dedos para no quemarte, te gustan bien hechas. Las llevas a la pequeña mesa de la cocina, donde te espera un café con leche bien calentito. Te sientas. Sacas la mano por la ventana y coges el cigarrillo que, plácidamente, se consume en el alfeizar. Nunca te gustó que la casa oliera a vicio. Le das una calada mientras remueves el café con la cucharilla. Tus ojos se pierden por el lluvioso Madrid a la vez que en la radio suena una de tus canciones favoritas: “A fuego lento incinera sus versos, desnuda las nubes a patadas, se pilla los dedos con los sueños y grita: - ¡¿Por qué no me voy al cielo?!” .Te levantas de la silla y te pones a bailar como loca por la cocina. Subes el volumen del dichoso aparato. Aunque no has dormido nada y tienes unas ojeras más negras que el betún, tu día ha empezado bien. Le echas aceite a tus tostadas a golpe de cadera y ritmo de Iratxo. Les pegas un mordisco. ¡Qué bien sienta un café con tostadas y baile mañanero incluido! De repente llegan a tu parte: “Lleva los días a cuestas y esa ausencia que tanto le llena, se pasa las noches en vela y que su amor, se lo devuelva la luna llena”. Coges un taco de pósits de colores, de esos múltiples que tienes por tu casa, y escribes: “Esa ausencia que tanto le llena”. Llena de optimismo y energía lo pegas en la puerta de la nevera. El pósit rosa fucsia pide atención en medio del blanco electrodoméstico.
Tienes la casa llena de pósits. En la tostadora has podido leer nada más levantarte: “Al mal tiempo, buena cara”.

16.1.11

Amanece que no es poco.

Y si un día decimos adiós, es porque en algún momento nos dieron la oportunidad.


Amanece que no es poco.