27.1.11

No es lo mismo decir “te quiero” que “yo también”.

Era una mañana cualquiera.

El despertador acababa de sonar. Yo me revolvía a las siete de la mañana entre las sábanas de nuestra cama. El tercero en discordia de la familia me mordió el pie, y me sacó de mi somnolencia de un salto. Le miré con espíritu asesino, pero sus grandes ojos azul mar solo me sacaron un achuchón mañanero.

Entré en la cocina y allí estaba él, despaldas, pelando unas manzanas mientras dos tostadas se hacían para completar el desayuno. Pasmado al lado, mi despertador peludo, dandole conversación.

Me acerqué a él, y le abracé por detrás. Mientras él se giraba para darme unos buenos días en condiciones, yo le eché la mano a su manzana pelada, como siempre, iba con prisas. Él me beso, y sus grandes ojos marrones me dijeron: “buenos días”. “Te quiero”, articularon mis labios, y me dirigí hacía la puerta. Cuando estaba en la frontera con el hall, me giré, me sonrió y dijo: “yo también ladrona”. Le guiñé un ojo y huí al trabajo.

Los buenos amigos...

Cuando volví él había desaparecido. Él, su ropa, su música, sus libros... Solo quedaba el olor de su colonia. Esa que había perfumado nuestro último beso. Uno rápido, de los normales, como si fuéramos a hacerlo el resto de nuestra vida.

3 comentarios:

  1. Tope las historias cortas que escribes, con sentimiento sin llegar a la cursilería.
    Sigue así por favor.

    Una admiradora[:

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  2. Me encanta Lau, que ganas de oir historias de esas en persona! ;)
    Muuuuuua!

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  3. No es lo mismo, no, pero depende de cómo lo digas (y lo que añadas)puede ser igual o incluso mejor :)

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